Y eso es lo que tengo,
sábado, 4 de abril de 2020
lunes, 28 de enero de 2019
La vida patas arriba
Te pones a buscar algo desesperadamente, pones la casa patas arriba. No lo encuentras. Como último recurso pruebas suerte en ese armario. Cajas llenas de ropa, fotos que no necesitan estar en blanco y negro para que nos parezcan una eternidad, papeles, regalos que algún día tuvieron algún sentido. A la derecha, en la estanteria, tres cuartos de lo mismo. En las primeras baldas siempre está lo más limpio, lo más reciente, la última foto, el último souvenir que trajiste del último viaje, lo que tienes más a mano. En la tercera y en la cuarta se aprecia algo más de polvo, pero encuentras cosas que ni sabías que tenías. ¿Aquí estaba esto? A quien no le ha pasado, ¿no? Quizás la vida sea similar a una estantería o a las cosas que guardas en el armario. Las primeras baldas para lo más nuevo, lo que quieres que se vea bien. Si vas subiendo la cosa va cambiando, hasta llegar a la última balda o a la última caja del fondo del armario. Pero entre tanto desorden, encuentras una foto a la que soplas para liberarla del polvo que la cubre. Y entonces te paras y la miras. No sabías qué buscabas, pero pudiste encontrarlo todo.
domingo, 16 de abril de 2017
Castillos en el aire
"Que poco cuesta construir castillos en el aire y qué cara es su destrucción"
domingo, 31 de enero de 2016
No seamos marionetas, mejor seamos felices
Aún sigo viendo gente un tanto confundida. Esa que pone nombre a sentimientos sin saber el verdadero significado de la palabra. Sigo comprobando que la hipocresía está a la orden del día, y que la gente te enseña la cara que quiere y no la que tiene. Gente que pone nombre a sus sentimientos y lo peor, a los sentimientos de los demás, como si se tratase de ponerle un nombre a tu mascota. Esas ansias de meternos en la vida de quien nos de la gana. No sé quién nos dio esa libertad de hablar de los demás y de enfadarnos cuando hablan de nosotros. No hagas lo que no te gustaría que te hicieran, viene muy al pelo. Sigo sin entenderlo. Como muchas personas se llenan la boca de humo. Proclamando esa lucha por el otro. Cómo si de una batalla se tratase. Me sorprende escuchar la famosa frase “Yo estoy, he luchado, voy a luchar... por él, por ella”. Y me sorprende por el significado que muchos/as le otorgan. Modificar tu conducta o forma de ser, no es luchar, es ser alguien que no eres. Me parece surrealista a la par de patético como una persona puede convertirse en alguien totalmente opuesto a lo que es. De la noche a la mañana convertirse en la persona “perfecta”, esa sin defectos aparentes. Perdón, sin los defectos que a la otra persona no le agradan de ti. Convertirse en cual marioneta para hacer y deshacer. ¿A qué llamamos luchar por alguien? ¿A convertirnos en la persona que “la otra” persona quiere? Creo que estamos muy equivocados. Por suerte, nadie puede ser actor toda su vida. Pero mientras, jugamos con las personas, que a eso sí que estamos más acostumbrados. Yo lo llamo el síndrome del perro del Hortelano, que ni come ni deja comer. Egoísmo puro y duro. El día que entendamos que hay personas compatibles e incompatibles, personas con caracteres semejantes o totalmente opuestos, que congenian perfectamente, o no. Ese día nos irá mucho mejor. Luchar por alguien dudo que esté reñido a eso. Para mí, luchar es algo parecido a demostrar, demostrar verdad, siempre. Guste o no. Y si no, a otra cosa mariposa. A veces, luchar por alguien también es dejarle ser feliz, aunque esa felicidad no vaya agarrada de tu mano. Y ante todo, hay que aceptarlo.
domingo, 9 de noviembre de 2014
Causa y efecto
Todo en la vida pasa por algo, tanto malo como bueno. Soy de las que creen más en las causalidades que en las casualidades, por eso creo que fue causalidad. Decidiste desafiarme, y yo sali a pecho descubierto. Sin chaleco antibalas, suicida. Algo ocurrió en mi cabeza, aposté a ciegas cartas que ni yo tenía en mi baraja. De hecho nunca pensé en darme la vuelta. Si apuestas lo haces con todas las consecuencias, y lo hice, aún sabiendo que tenía más posibilidades de perder la partida.
Lo cierto es que la vida es comparable a una partida de cartas, tú eliges a qué apostar y cuanto quieres apostar, y ella se encarga de darte o NO aquello que mereces (aunque no siempre sea justa).
Hace unos dias escuché que existen dos tipos de personas, las que se quedan en el balcón viendo la vida pasar o las que salen del balcón a vivir la vida. Ver las cosas desde el balcón te protege, te asegura de que nada te pase. Sin embargo salir a la calle conlleva unos riesgos que no todo el mundo está dispuesto a asumir. Yo prefiero ser de lo segundo, porque vivir con un techo puede que te proteja de la lluvia pero nunca sabrás lo que es sentir las gotas en tu cara o pisar los charcos del suelo. Hay personas que tienen lo que yo llamo una felicidad disfrazada, que a mí personalmente me asusta. La felicidad no está en ninguna parte ni al lado de nadie, la felicidad está dentro de uno mismo, y existen personas tan ciegas que creen ser felices y creen vivir la vida cuando lo único que hacen es es ver la vida pasar desde el balcón. Y cuando te decides a bajar, descubres que ya nada es lo mismo: ni los sitios, ni los olores, ni las personas, ni siquiera tú. Sobre todo tú.
Porque se nos olvida que las personas, como la vida, también tienen letra pequeña,
y yo contigo me fui directa a la firma.