domingo, 26 de enero de 2014

Heridas de las buenas.

Son heridas "de las buenas" , no escuecen y no tienes que curarlas con vetadine. Cuando las miras solo te recuerdan algo bueno. Dejan marcas invisibles y sólo tu puedes verlas. Es el resultado de la suma de pequeñas partes, aunque nunca te parecerá que son demasiadas. Casi todas las heridas cicatrizan y desaparecen, sin embargo éstas estarán contigo siempre. También son de esas cosas que por mucho que pase el tiempo no olvidas. No necesitas un lápiz para escribirlas ni una goma para borrarlas. No se escriben... o quizás si, no lo sé. Solo que las sientes. No intentes borrarlas porque son imborrables. Después de ver tantas cosas por el mundo pienso que siempre hay alguna de ellas que recuerdas o tienes presente. Hablo de las cosas que nos marcan, yo las llamo cosas, tú puedes ponerle caras. Es curioso como en nuestro dia a dia no nos percatamos ni somos conscientes de ello, incluso a veces tienes que perderlo para darte cuenta. Pero no siempre tenemos por qué hablar de pasado, pienso que hay cosas que ya están marcadas, que nos están marcando. Todo lo que pasa en nuestra vida nos deja un aprendizaje, todas las personas que pasan por nuestras vidas se llevan un poquito de nosotros al igual que nosotros de ellos. Sin embargo hay quien siempre se lleva un poco más, nos enseña mucho más y nos marca un poco más. No pienso que se trate de prioridades, desde hace un tiempo he aprendido a creer que existen relaciones con magia. Lo que diferencia unas relaciones de otras no son prioridades, es ese "algo" diferente, especial o mágico lo que hace de nosotros que sea la prioridad. Pero no sólo se trata de personas, también existen momentos. Muchas veces vemos fotografías y automáticamente nos transportamos, somos capaces de acordarnos de hasta el más mínimo detalle como si lo viviéramos de nuevo. No sólo existen las fotografías entendidas como físicas y tangibles, existen fotografías tomadas por nosotros mismos y guardadas en el mejor sitio posible, en nuestra mente. Realmente pienso que esas son las mejores fotos porque eres quien decide cuando es el momento idóneo para retratarlo.Una vez leí que las imágenes que vemos a diario en televisión no son más que fotografías, en una sola imagen podrían haber alrededor de 10.000 fotografías tomadas por segundo. Parece increíble pero en un solo día vemos un sin fin de cantidad de fotos, no sólo en la prensa o la televisión, sino en nuestro día a día. Sin embargo, a pesar de que tomamos muchísimas fotografías que a menudo pasan desapercibido para nosotros, siempre hay alguna que escogemos para nuestro particular álbum. Todo en esta vida, las personas, los sentimientos, las relaciones pueden cambiar, pero tengo muy claro que hay cosas que se tatuan sin tinta. ;)

lunes, 6 de enero de 2014

El buscador





Esta es la historia de un hombre al que yo definiría como un buscador…
Un buscador es alguien que busca; no necesariamente alguien que encuentra.
Tampoco es alguien que, necesariamente, sabe qué es lo que está buscando. Es simplemente alguien para quien su vida es una búsqueda.
Un día, el buscador sintió que debía ir hacia la ciudad de Kammir. Había aprendido a hacer caso riguroso de estas sensaciones que venían de un lugar desconocido de sí mismo. Así que lo dejó todo y partió.
Después de dos días de marcha por los polvorientos caminos, divisó, a lo lejos, Kammir, Un poco antes de llegar al pueblo, le llamó mucho la atención una colina a la derecha del sendero. Estaba tapizada de un verde maravilloso y había un montón de árboles, pájaros y flores encantadores. La rodeaba por completo una especie de pequeña valla de madera lustrada.
Una portezuela de bronce lo invitaba a entrar.
De pronto, sintió que olvidaba el pueblo y sucumbió ante la tentación de descansar por un momento en aquél lugar.
El buscador traspasó el portal y empezó a caminar lentamente entre las piedras blancas que estaban distribuidas como al azar, entre los árboles.
Dejó que sus ojos se posaran como mariposas en cada detalle de aquel paraíso multicolor.
Sus ojos eran los de un buscador, y quizá por eso descubrió aquella inscripción sobre una de las piedras:

Abdul Tareg, vivió 8 años, 6 meses, 2 semanas y 3 días

Se sobrecogió un poco al darse cuenta de que aquella piedra no era simplemente una piedra: era una lápida.
Sintió pena al pensar que un niño de tan corta edad estaba enterrado en aquel lugar.
Mirando a su alrededor, el hombre se dio cuenta de que la piedra de al lado también tenía una inscripción. Se acercó a leerla. Decía:

Yamir Kalib, vivió 5 años, 8 meses y 3 semanas

El buscador se sintió terriblemente conmocionado.
Aquel hermoso lugar era un cementerio, y cada piedra era una tumba.
Una por una, empezó a leer las lápidas.
Todas tenían inscripciones similares: un nombre y el tiempo de vida exacto del muerto.
Pero lo que lo conectó con el espanto fue comprobar que el que más tiempo había vivido sobrepasaba apenas los once años…
Embargado por un dolor terrible, se sentó y se puso a llorar.

El cuidador del cementerio pasaba por allí y se acercó.
Lo miró llorar durante un rato en silencio y luego le preguntó si lloraba por algún familiar.
-No, por ningún familiar —dijo el buscador—. ¿Qué pasa en este pueblo? ¿Qué cosa tan terrible hay en esta ciudad? ¿Por qué hay tantos niños muertos enterrados en este lugar? ¿Cuál es la horrible maldición que pesa sobre esta gente, que les ha obligado a construir un cementerio de niños?
El anciano sonrió y dijo:
- Puede usted serenarse. No hay tal maldición. Lo que pasa es que aquí tenemos una vieja costumbre. Le contaré…:

“Cuando un joven cumple quince años, sus padres le regalan una libreta como esta que tengo aquí, para que se la cuelgue al cuello. Es tradición entre nosotros que, a partir de ese momento, cada vez que uno disfruta intensamente de algo, abre la libreta y anota en ella:

A la izquierda, qué fue lo disfrutado.
A la derecha, cuánto tiempo duró el gozo.

Conoció a su novia y se enamoró de ella. ¿Cuánto tiempo duró esa pasión enorme y el placer de conocerla? ¿Una semana? ¿Dos? ¿Tres semanas y media…?
Y después, la emoción del primer beso, el placer maravilloso del primer beso…¿Cuánto duró? ¿El minuto y medio del beso? ¿Dos días? ¿Una semana?
¿Y el embarazo y el nacimiento del primer hijo…?
¿Y la boda de los amigos?
¿Y el viaje más deseado?
¿Y el encuentro con el hermano que vuelve de un país lejano?
¿ Cuánto tiempo duró el disfrutar de estas situaciones?
¿Horas? ¿Días?

Así, vamos anotando en la libreta cada momento que disfrutamos… Cada momento.

Cuando alguien se muere, es nuestra costumbre abrir su libreta y sumar el tiempo de lo disfrutado para escribirlo sobre su tumba.

Porque ese es para nosotros el único y verdadero tiempo vivido.

 

 

 

 

 

 

 

 

Jorge Bucay