Hay gente que tienen como héroes a futbolistas, famosos y
un sinfín de personajes que salen en la tele a diario. Para mí héroe no es una
persona que marca 50 goles, ni gana millones de euros, para mí héroe es una persona
que logra lo que quiere, que persigue su objetivo hasta conseguirlo por muchos
obstáculos que se presenten en el camino. Héroe es aquel que lucha, sigue y lo
consigue. Yo hace tiempo que encontré el mío.
Hace unos días una oersona me preguntó, ¿seguir o rendirse?
Sin duda la más fácil es la primera y no solo la más fácil sino la
que más ronda nuestra cabeza. Y es que no vamos a negar que hay momentos en la
vida en donde quisiéramos rendirnos de una vez por todas. En
donde pareciera que por más esfuerzo que realicemos no
vemos ningún cambio, en donde todo se pone en contra y es más
fácil pensar que
seremos vencidos que en vencer. Tenemos que
entender una cosa:
Podemos perder batallas, pero jamás una guerra. A
veces pensamos que de esa no saldremos, vemos tan
enorme el desierto que pensamos que moriremos en él. Creemos que esa
batalla es la última, cuando en realidad lo nuestro no es una batalla, sino una guerra la cual aún no
hemos perdido. No escojas rendirte, jamás rendirse será una
opción, porque no somos de los que nos rendimos, sino de los que
siguen luchando.
Cuando te rindes sencillamente estas colocándote en la
posición del espectador, de aquellos que ven como otros lo consiguen, y yo me
niego a pensar que seas uno de esos. No eres de esos que ven los toros desde la
barrera, eres de los que arriesgan aún sabiendo que tienen más posibilidades de
perder que de ganar, pero lo intentan siempre. Y esta estoy segura que la vas a
ganar. Porque se mejor que nadie que puedes y que lo vas a conseguir, lo vamos a conseguir.
Porque si me preguntas si seguir o rendirse, mi respuesta
es que eres mi héroe.
...
Voy andando por un sendero. Dejo que mis pies me lleven.
Mis ojos se posan en los árboles, en los pájaros, en las piedras. En el horizonte se recorte la silueta de una ciudad. Agudizo la mirada para distinguirla bien. Siento que la ciudad me atrae.
Sin saber cómo, me doy cuenta de que en esta ciudad puedo encontrar todo lo que deseo. Todas mis metas, mis objetivos y mis logros. Mis ambiciones y mis sueños están en esta ciudad. Lo que quiero conseguir, lo que necesito, lo que más me gustaría ser, aquello a lo cual aspiro, o que intento, por lo que trabajo, lo que siempre ambicioné, aquello que sería el mayor de mis éxitos.
Me imagino que todo eso está en esa ciudad. Sin dudar, empiezo a caminar hacia ella. A poco de andar, el sendero se hace cuesta arriba. Me canso un poco, pero no me importa.
Sigo. Diviso una sombra negra, más adelante, en el camino. Al acercarme, veo que una enorme zanja me impide mi paso. Temo... dudo.
Me enoja que mi meta no pueda conseguirse fácilmente. De todas maneras decido saltar la zanja. Retrocedo, tomo impulso y salto... Consigo pasarla. Me repongo y sigo caminando.
Unos metros más adelante, aparece otra zanja. Vuelvo a tomar carrera y también la salto. Corro hacia la ciudad: el camino parece despejado. Me sorprende un abismo que detiene mi camino. Me detengo. Imposible saltarlo
Veo que a un costado hay maderas, clavos y herramientas. Me doy cuenta de que están allí para construir un puente. Nunca he sido hábil con mis manos... Pienso en renunciar. Miro la meta que deseo... y resisto.
Empiezo a construir el puente. Pasan horas, o días, o meses. El puente está hecho. Emocionado, lo cruzo. Y al llegar al otro lado... descubro el muro. Un gigantesco muro frío y húmedo rodea la ciudad de mis sueños...
Me siento abatido... Busco la manera de esquivarlo. No hay caso. Debo escalarlo. La ciudad está tan cerca... No dejaré que el muro impida mi paso.
Me propongo trepar. Descanso unos minutos y tomo aire... De pronto veo, a un costado del camino un niño que me mira como si me conociera. Me sonríe con complicidad.
Me recuerda a mí mismo... cuando era niño.
Quizás por eso, me animo a expresar en voz alta mi queja: -¿Por qué tantos obstáculos entre mi objetivo y yo?
El niño se encoge de hombros y me contesta: -¿Por qué me lo preguntas a mí?
Los obstáculos no estaban antes de que tú llegaras... Los obstáculos los trajiste tú.
Y rendirse no está en mi vocabulario,
ni en el tuyo.