domingo, 9 de noviembre de 2014

Causa y efecto

Todo en la vida pasa por algo, tanto malo como bueno. Soy de las que creen más en las causalidades que en las casualidades, por eso creo que fue causalidad. Decidiste desafiarme, y yo sali a pecho descubierto. Sin chaleco antibalas, suicida. Algo ocurrió en mi cabeza, aposté a ciegas cartas que ni yo tenía en mi baraja. De hecho nunca pensé en darme la vuelta. Si apuestas lo haces con todas las consecuencias, y lo hice, aún sabiendo que tenía más posibilidades de perder la partida.
Lo cierto es que la vida es comparable a una partida de cartas, tú eliges a qué apostar y cuanto quieres apostar, y ella se encarga de darte o NO aquello que mereces (aunque no siempre sea justa).
Hace unos dias escuché que existen dos tipos de personas, las que se quedan en el balcón viendo la vida pasar o las que salen del balcón a vivir la vida. Ver las cosas desde el balcón te protege, te asegura de que nada te pase. Sin embargo salir a la calle conlleva unos riesgos que no todo el mundo está dispuesto a asumir. Yo prefiero ser de lo segundo, porque vivir con un techo puede que te proteja de la lluvia pero nunca sabrás lo que es sentir las gotas en tu cara o pisar los charcos del suelo. Hay personas que tienen lo que yo llamo una felicidad disfrazada, que a mí personalmente me asusta. La felicidad no está en ninguna parte ni al lado de nadie, la felicidad está dentro de uno mismo, y existen personas tan ciegas que creen ser felices y creen vivir la vida cuando lo único que hacen es es ver la vida pasar desde el balcón. Y cuando te decides a bajar, descubres que ya nada es lo mismo: ni los sitios, ni los olores, ni las personas, ni siquiera tú. Sobre todo tú.
Porque se nos olvida que las personas, como la vida, también tienen letra pequeña,

y yo contigo me fui directa a la firma.

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